viernes, 12 de marzo de 2021

Las chinampas, una muerte que lleva más de 500 años

La desaparición de los jardines flotantes

Hemos escuchado y hablado mucho sobre las míticas Chinampas, esas que formaron parte del sistema agrícola prehispánico y que también fueron base para el desarrollo de los pueblos y se encontraban por doquier; en Xochimilco, Iztapalapa e Iztacalco, fueron famosas las de Culhuacán, Mexicalzingo, Santa Anita y la de Magdalena Mixhuca. Que con sus árboles preciosos (ahuejotes) formaron paisajes maravillosos que pintaron color jade el Valle de México como lo indica Nezahualcóyotl en uno de sus poemas.

Fuente: Museo Nocional de antropología 

Tal era la vista que, cuando los españoles salieron de Cholula y cruzaron los volcanes quedaron maravillados del paisaje que se presentaba ante ellos. Una cuenca lacustre de tipo endorreico rodeada por grandes serranías y volcanes, dice Hugo García Capistran.

El Fraile Toribio Benavente Motolinía describe este espacio de la siguiente manera: “Es tanta la abundancia y tan grande la riqueza y fertilidad de esta tierra llamada Nueva España, que no se puede creer, más lo y mejor de ella y lo que más ventaja hace a todas las tierras y provincias, son aquellos montes y corona de sierras, que están a la redonda de la ciudad de México, en los cuales se hallan en abundancia todo lo que está dicho y mucho más; y además de las muchas maneras de árboles y plantas y yerbas virtuosas que en ellos se hallan”. (Benavente Motolinía, 1984: 35).

Este ambiente lleno de agua y sierras con verdes bosques generaba un clima templado y un entorno rico en diversos recursos. Los bosques eran maderables y se podía practicar la cacería; en los lagos se pescaban diversas especies de peces, también se podían cazar gran variedad de aves acuáticas tanto endémicas como migratorias.

¿Y que paso con su esplendor, con toda esta abundancia que muchos autores describen sobre estos jardines flotantes, sobre su agua de extraordinaria fertilidad, con la que las personas sembraron las plantas comestibles y las flores sagradas que requerían las innumerables bocas y las innumerables ceremonias?

Lo cierto es que un existe, incluso hasta hace algunos años quedaban algunos canales, no solo de nombre para alguna avenida, se podía recorrer por ellos como el canala de la viga. Pero en la actualidad solo nos queda lo que podría considerarse como un remanente de ese pasado lacustre, es decir una minúscula parte de lo que alguna vez fue y que cada vez más se encuentra en un punto crítico, con alta probabilidad de dejar de existir. Pues para el hombre "civilizado", quien ha perdió su conexión con la naturaleza y su encanto del mundo, este lugar no es más que un espacio de tierra y un cuerpo de agua, que puede ser utilizado y explotado a diestra y siniestra.

Fuente: Museo de arte moderno;  pintura de Jesús Cabrera Pulquería "El vacilón", 1919 Óleo sobre tela

La desaparición del lago junto con las chinampas no es algo que se dio recientemente, ni de manera inmediata, por el contrario, podría llamársele una muerte lenta, que lleva más de 500 años.

La Conquista supuso un trastorno ecológico radical. La ciudad que se construyó sobre las ruinas de Tenochtitlán renegó del pasado lacustre: el agua, para los españoles, era un estorbo, así que taparon canales, quitaron las chinampas y elevaron sobre el suelo húmedo las calles requeridas por su nueva civilización ecuestre

A eso se sumó lo que fue la gigantesca empresa de desagüe de los lagos, fruto de la cosmogonía española de lo seco, emprendida en el siglo XVII, con la tala de bosques, la sustitución de canales por calles obstruía el drenaje de la ciudad y provocaron en 1553, 1580 y 1604 inundaciones tan grandes que el virreinato se veía obligado a emprender obras hidráulicas.

Por si fuera poco, el crecimiento urbano no ayudo en nada, no solo invadió los espacios naturales, sino que los deforesto, sustrajo su fuente de vida, el agua, para cubrir la necedades de una creciente población, sobre todo a mediados del siglo xx cuando la mancha urbano creció desmedidamente.

Así fue como poco a poco, las chinampas desaparecieron paulatinamente casi en su totalidad, ahogadas por las crecidas aguas, podridas por la silva acuática de nuevo reinante y por la desecación. Sin embargo, el saber de la “chinampería” quedó intacto en la mente de los pocos sobrevivientes de las pestes, las migraciones y los trabajos forzados. Que reanudaron la construcción de las chinampas y el cultivo de las hortalizas y las flores, han sido guardianes y conservado este especio, como legado y como su propia broma de vida.

Tierra, yo gozo en ser labriego
y no abandono el verde campo por la ciudad;
me diste cuna, hogar, sosiego:
te debo la tranquilidad.

Fragmento de Himno a la tierra, Ramon Emilio Jimenez 

Xochimilco y Tláhuac son los vestigios de este pasado, en el cual aún se lleva a cabo la actividad chinampera, sembrando y cosechando, alimentos, plantas y flores que en muchos casos los productos vienen de estos lugares y no lo sabemos, como la noche buena o el cempasúchil y varios alimentos. No solo son conservan la chinampería y el método tradicional como herencia milenaria, también son guardines de los espacios naturales de la flora y de fauna de estos lugares.

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