viernes, 23 de abril de 2021

No los veo venir, no los elijo, de golpe están ahí.

Desperté, miré a la ventana y recibí una grata sorpresa, eran los mejores “buenos días” que alguien puede recibir. Era un pequeño colibrí que se asomaba por ahí, seguramente venía o acaba de “comer” de las flores al pie de la ventana.

Como llegó se fue, rápidamente se alejó, tan rápido que no pude ver. Tal vez son tímidos, pensé. Qué errado estaba; Resulta que los colibríes son aves férreas y un tanto agresivas, como diría Alfredo Mires “Cualquiera puede asociar su deslumbrante belleza con una marcada suavidad y hasta timidez. Nada más fuera de su lugar, pues han sabido acuñar justificada fama de irascibles, caprichosos y de una valentía a toda prueba. No temen enfrentarse a aves de muchísimo mayor tamaño”.

Desde siempre me han gustado los colibríes incluso ahora los considero como mi ave favorita, de hecho, uno de mis más preciados objetos de colección es un vasito de madera que me regalaron y tiene pintado un bonito y colorido colibrí.

Después de ese efímero pero maravilloso acercamiento y considerando que es mi ave favorita, me puse a pensar que realmente no sabía casi nada de ellos. De ahí que me vinieron algunas preguntas como ¿por qué son tan importantes? (mejor dicho ¿por qué porque no deberían de serlo?), ¿Cómo es que pueden volar tan rápido?, incluso sobre su plumaje, que desprende tonalidades tan brillantes y coloridas que cautiva a cualquiera. Al menos eso es lo que creo, que no hay persona que vea un colibrí y no se asombre por él.

Buscando, encontré bastante información muy interesante. Resulta que los colibríes son una especie de ave que pertenecen la familia Trochilidae y al orden de los Apodiformes (caracterizada por el pequeño tamaño de las patas); “colibrí, patitas flacas que no saben andar”, dice Rosario Castellano. Trochilidae se refiere a los colibríes.

Y a todo esto ¿por qué “colibrí”, por qué le llamamos así? Quizá porque es el nombre más “común”, que esto igual dependerá de la región en dónde uno se encuentre. Ahora que, si nos referimos al origen de la palabra y quién lo nombró así; Su etimología es aún incierta, hay quienes dicen que la palabra es de origen caribeño. Por el contrario, hay otros que rechazan esto e indican que es francés, de origen occitano “colobro”, “colubro” cuyo significado es culebra. Concepto que relacionaban con los accesos de cólera de esta pequeña ave.

Su incertidumbre no es motivo para dejar de llamarlo así y si se prefiere hay muchas otras nomenclaturas con la que nos podemos referir al “pica flor”, <beija-flor> “besaflor”, “flor alada”, “flor animada”, “pájaro mosca”, “chupaflor”, “besa rosas”, “tucuso” como se les conoce en algunas regiones de centro y sur América. En los Comentarios Reales de los Incas, el cronista Garcilaso de la Vega escribía; “El nombre de “tominejo” se explica en el hecho que el colibrí no pesa ni un tomín”.

Tiene muchos nombres, equiparables al número de especies que hay de esta ave, algunos muy literales otros metafóricos, llegando a lo poético. En México recibe los nombres de “xts-unu-um” en maya, “huitzilin” o “huitzitzilin” del náhuatl, por decir algunos de esta lengua. En otros lugares le dicen “porque sí'', afirman algunos usuarios en redes sociales, y aunque no se encontró más referencias a esta forma, es una bella manera de llamar a lo que parece un capricho de la naturaleza. Pero es quizá uno de los más acertados (así lo considero) el que proviene de la lengua zapoteca, que lo designa con la voz “biulú' ”. Palabra que quiere decir "lo que se queda en los ojos''. Cosa que es un hecho innegable pues no hay nadie que pueda olvidar al colibrí después de haberlo visto.

Se dice que, durante la conquista, los invasores no podían creer tanta belleza y lo describieron diciendo que “no había cosa en tal animalito que no resultara maravillosa”. Se ha dado incluso en comparar a los colibríes con las joyas; Son muchos los que se han referido a ellos como “piedras preciosas volantes”, e incluso un poeta, Clemente Althaus escribía, “deslumbrando nuestra vista, compiten, finos, en ti, zafir, topacio, rubí, esmeralda y amatista. Y eres, cuando al sol tus galas vas ostentando a porfía, pájaro de pedrería o viva joya con alas”.

Todos los colibríes, aunque con características específicas entre las diferentes especies, comparten algunas similitudes como el hecho de ser pequeños. Hay algunos que no llegan a ser más grandes de 5 centímetros como el Colibrí Abeja y otros llegando a medir hasta los 22 centímetros como el Colibrí Gigante.

El ojo humano puede ver muchas cosas; luz, figuras, formas, colores hasta podemos imaginar ver cosas donde no las hay, pero si hay algo que no es capaz de ver, es el batir de alas de un colibrí.

Con un vuelo tan veloz que no se puede ver el movimiento, su aleteo produce un zumbido peculiar, característica que le da el nombre de “zunzún”, por el sonido que produce. Su aleteo es tan rápido, que atraviesa el aire hasta 55 veces por segundo mientras está quieto, 61 veces por segundo cuando se mueve hacia atrás (sí, así es, puede ir hacia atrás) y 75 cuando va hacia adelante, según un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford.

Claro, esto dependerá de la especie, se tiene un aproximado de 78 ciclos por segundo en las especies más pequeñas, se dice que unas llegan a los 100 c.p.s., y hasta los 22 c.p.s. en las especies más grandes. Lo que se traduce en una velocidad de 60 y 80 km. p h.

“Bella abeja del aguijón libador e inofensivo, que irisas raudo el prado, y el brillo en los ojos del vencido caminante. Porque tus alas, que son pequeños relámpagos (y que sólo imagino), rebrotan el dulzor del arcoiris de los niños”. Dice Gustavo Larsen en su oda al colibrí.

Si se tiene suerte, algunas flores y agua, se puede apreciar un arcoíris en el patio o algo semejante. El plumaje del colibrí, desafía a las más estrambóticas aves del paraíso, sus colores brillantes son equiparables al de los pequeños pájaros que los artistas pintan. Llegan a presentar tonalidades metálicas que muchas veces se asemejan al arcoíris. Hay especies que hacen gala con colas alargadas, expandidas y hasta terminadas en raquetas y otras de un color turquesa o zafiro metálico que desafía la descripción. En pocas palabras la iridiscencia de un colibrí sólo puede ser apreciada y descrita por los ojos que lo ven.

Pero resulta que sus hipnotizantes tonalidades y rápido aleteo no son las únicas características que distinguen a esta habilidosa ave, también son las únicas que pueden volar en todas las direcciones.

Esta posibilidad de ir hacia cualquier dirección es facilitada por los músculos del colibrí que permiten la rotación de 180 grados de sus alas, siendo así la única ave en poder volar en todas direcciones, incluso hacia atrás. Por si fuera poco puede mantenerse suspendido en el aire, ya lo decía Octavio Paz; “Quieto, No en la rama, en el aire. No en el aire, en el instante”.

Cuando Pablo Neruda escribe; “volante chispa de agua, incandescente gota de fuego americano, resumen encendido de la selva”, en su poema al colibrí; Me gusta pensar que se refiere a que estos animalitos sólo viven en el continente americano y no los hay en ninguna otra parte del mundo.

Indudablemente, la diversidad de hábitats existentes en Abya Yala (nombre con el que se conoció al actual continente Americano) son la base para que haya tantas especies de colibríes. Aunque no hay acuerdo entre ornitólogos y otros estudiosos sobre la cantidad de especies de colibríes que existen; unos dicen que serían 300 y otros sostienen que son más de 500.

Están presentes desde los fríos límites del Ártico hasta los similares de la Patagonia pasando por las más altas cumbres, jardines, bosques y desiertos, en llanuras y en los límites de las nieves eternas, en montañas y roquedales, por supuesto que no podían faltar las junglas de concreto. Ahí están.

Todo lo que se pueda decir no basta para describir al colibrí, pero muchos se han acercado a través de la pintura, la música, la literatura y la poesía. Pues ha sido la fuente de inspiración para grandes artistas, escritoras y escritores como Carmen Villoro, Thelma Nava, Pablo Neruda, Julio Cortázar, Octavio Paz y otros menos conocidos.

Como ejemplo tenemos a Raúl Bañuelos, con un fragmento de su texto “Ver a un Colibrí”; “Tiene largo el pico para caber siempre en una flor. Hace su actuar en un dos por tres, que nada tiene que ver con la prisa”.

El pico de un colibrí es en forma de lezna, delgado, agudo; recto o arqueado dependiendo la especie, en varias ocasiones alcanza la longitud de la cabeza y en otras es tan largo como el cuerpo y la cabeza juntos. La lengua es muy larga, bifurcada y tubular, o bien, acabada en una formación peluda, apta para succionar su alimento.

Hablando de su alimento, los colibríes son nectarívoros por excelencia, es decir que se alimentan del néctar, su larga lengua les permite succionar el néctar de las flores. Se estima que un colibrí cada 15-20 minutos está libando néctar para sobrevivir y tener la engería suficiente. Volar con un aleteo de 70 ciclos por segundos ha de ser muy cansado y debe requerir bastante energía y mucho alimento.

Las flores que visitan suelen ser tubulares, tienen abundante néctar y generalmente tienen una tonalidad roja, rosada o anaranjada, aunque realmente visitan flores de todos colores.

“Tú, ¡sí, solo tú, logras renacer esos colores a un recuerdo! Tú, ¡Don Juan de mis jardines!, besador de damas perfumadas anhelando tu llegada, galante y dedicado ladronzuelo de su oro fecundo”, Nos vuelve a decir Gustavo Larsen en su obra.

No los veo venir, de repente están ahí, ahí, se acerca vivazmente a las flores como si las acortejaran, insertan su pico y se alimentan sin siquiera moverlas, así como llegan, se alejan, de la misma manera. Un dato curioso es que mientras se alimentan pueden mantenerse suspendidos con un constante y rápido aleto.

Tanta belleza se vuelve su don y si maldición, se convierte en un motivo para ser perseguido y asesinado, son números los métodos criminales de cacería, que utilizan contra los colibríes y otras aves. Se cuenta por millares el número de colibríes que son atrapados y luego muertos para ser usados, en Estados Unidos y/o exportados a Europa, en la confección de adornos o como ingrediente de rituales absurdos en algunos lugares de México por ser considerados afrodisíacos.

Esto no siempre fue así, hubo un tiempo en que dañar a una de estas aves era fatal, inimaginable. En las culturas primordiales de amerindia se le conoce como mensajero de los dioses y como conocedor de todas las antiguas lenguas, que llevaba y lleva los mensajes de la tierra al cielo y viceversa. Se dice también que muere durante el invierno y resucita en el verano.

Para los antiguos mesoamericanos, en las culturas nahuas; es el hijo de la Coatlicue y dios Guerrero Huitzilopochtli “el colibrí zurdo”, (quizá por eso el colibrí es tan férreo). Era respetado como criatura divina, jamás cazado ni perseguido… Para los mayas enjaular y lastimar a uno, es provocar la ira de los dioses, ya que el xts-unu-um es un regalo de ellos, y es quien lleva las ideas y los buenos pensamientos a los seres queridos incluyendo aquellos que ya no se encuentran con nosotros. Por ello se sabía que eran almas de regreso a sus paisajes natales.

Eso me hizo recordar una canción (o ¿era un poema?) aunque no recuerdo el nombre ni al autor/a, sí recuerdo que decía “tu precioso colibrí lleva mi recuerdo al mundo, en ese jardín fecundo de la casa que viví”.

Alfredo Mires en su obra “Así en las flores como en el cielo”, de donde encontré gran parte de toda esta información, también menciona que entre los “pima” del sur oeste americano, se afirmaba que estaban cargados de magia y que podían convocar a los vientos y a la lluvia. En la Amazonia robó el fuego y las semillas de los mezquinos y los repartió entre los pueblos; en los andes levantó el cielo y entre los “hopi” y los “zuñi” lo honraban porque sabía traer la lluvia y aplacar la sed de la tierra.

Su importancia no se limita a la visión de los diferentes pueblos precolombinos y su cosmovisión, ya que también juegan un papel fundamental en la ecología, los ecosistemas, la flora y la fauna.

Cuando un colibrí se alimenta, no lo hace de a gratis, debe pagar un precio y este es la polinización. Al acercarse a una flor inserta su pico para beber el néctar, el polen pegajoso se adhiere a los lados del pico y cuando visitan la siguiente flor, algunas partículas del polen son transferidas, des este modo se da la reproducción floral, a esto se le conoce como proceso de polinización, el cual es muy necesario para preservar la biodiversidad y conservación de los ecosistemas. Se dice que los colibríes polinizan más de 1000 especies de flora silvestres, y eso solo en México.

También podríamos catalogarlo como controladores de plagas, si bien su principal alimento es el polen de las flores, también se alimentan de algunos invertebrados como insectos y gusanos. Por poner un ejemplo, se tiene una pareja, con cuatro o cinco crías, consume un promedio de 250 gusanos diariamente. Serían 7500 gusanos devorados en un mes. Si cada uno de los susodichos puede consumir una flor por día, como se afirma en las enciclopedias, 7500 habrían devorado 225,000 flores, o sea, algo como 400,000 kilos ulteriores de fruta.

Dato sumamente relevante que importa un pepino para muchas personas y los cazan, recordando una de las frases al principio “no temen enfrentarse a aves de muchísimo mayor tamaño”, es así que contra el colibrí no pueden los buitres, lo pueden los hombres.

La situación de las aves también muestra la forma como el hombre se comporta con la naturaleza, que por desgracias es más que fatal. Las actividades humanas han causado el deterioro de los ecosistemas, exterminando o reduciendo la distribución de las especies tanto de flora como de fauna.

Aunque el picaflor no se encuentra en peligro de extinción, hablando en términos generales, porque hay algunas especies que si están amenazada o en alguna categoría de protección. Estos están perdiendo su hábitat particularmente en las grandes ciudades por la urbanización masiva que provoca desequilibrios naturales, causando una reacción en cadena que repercute directamente en la reproducción de las plantas y la sobrevivencia del polinizador, lo que al final tiene un mayor impacto directo sobre el funcionamiento, conservación y mantenimiento de los ecosistemas.

Existen especies de colibríes que son afectadas negativamente por la urbanización (que yo creo que lo son todas), dentro del grupo se encuentran especies que se adaptan a vivir en las ciudades. A esos solo los puedo imaginar como dice la canción de Virulo “El colibrí”; “Hizo un día sus maletas, Y se fue de las violetas, de su colibrí mamá. A vivir en la ciudad, en un apartamento, gris y todo de cemento. Una vida sin colores, sin jardines y sin flores. Él creyó que se moría...”.

Para bien los picaflor han encontrado recursos alternativos para vivir en las urbes, como lo son los bebederos artificiales, jardines o incluso sus balcones y ventanas, haciendo que la abundancia de estos seres aumente en los centros urbanos.

En el proceso de investigación encontré que hay proyectos dedicados a esta labor. “Es cierto que estas aves van a todos lados, comen en tu jardín, en tu bebedero, pero necesitan también de árboles y hábitat para reproducirse; entonces, debemos conservar el hábitat natural”, así lo indica María del Coro Arizmendi académica e investigadora de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala y encargada del proyecto “Jardines Urbanos para Colibríes”

La función de estos espacios naturales es promover la educación ambiental entre los ciudadanos y que participen en labores de restauración de su hábitat, además de contribuir a preservarlos. Hasta antes de la pandemia, se crearon 90 espacios naturales en la Ciudad de México. “La iniciativa incrementó el número de especies de colibríes, incluso el arribo de algunas que no venían a la ciudad”, menciona la maestra. Se debe decir que en México existen 57-58 especies de colibríes, y 20 de ellas pueden ser apreciadas en la Ciudad de México, sobre todo en los jardines artificiales.

Así es como llegamos a Xochimilco en donde vecinos de las alcaldías Iztapalapa, Tláhuac, Xochimilco y Coyoacán crearon un jardín para polinizadores en el Parque Ecológico de Xochimilco. Xochimilco junto con el parque se ha reconocido como una zona natural de conservación ecológica conformada por canales, lagos y ciénegas, refugio de especies de fauna propias del lugar. Así mismo El Parque Ecológico es la entrada de una de las Áreas Naturales Protegidas (ANP) más grandes de la Ciudad de México conocida como Ejidos de Xochimilco y San Gregorio Atlapulco. Cabe mencionar que en esta zona se encuentra el Tapanco Chinampero, lugar donde también se hacen esfuerzos por preserva el ecosistema y las especies que habitan el lugar.

Este al ser parte de un ÁNP la principal función es seguir conservando los ecosistemas propios de la zona para potencializar la generación de servicios ecosistémicos y al mismo tiempo ser el refugio de diversos polinizadores. El jardín permite la presencia de abejas, avispas, hormigas, mariposas, polillas, escarabajos y las 6 especies de colibríes vistos en la zona, incluyendo al colibrí garganta verde, sujeto a protección especial, y el colibrí cola pinta con categoría de amenazada de acuerdo con la NOM-059- SEMARNAT-2010.

Al colibrí no se le imagina sin su flor, sin el sol, los colores y los astros que guían su vuelo. Si no fuera porque sabemos de su existencia, podría pasar como un ser fantástico, de esos que habitan en el imaginario colectivo, incluso hasta parecer uno de esos fantásticos alebrijes o una invención de los más grandes escritores. Lo cierto es que es real, y “si ves un colibrí nunca trates de atraparlo, alégrate y déjalo seguir su camino”, dice un dicho popular.

Solo puedo terminar diciendo la frase de Elizabeth Segoviano que expresa mi sentir des pues de esa mañana; “Oye colibrí, nunca dejes de venir, por favor siempre pósate en mi ventana y cuéntame qué se siente tener alas”.

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