viernes, 11 de junio de 2021

¿Sabes quién es Mictlancihuatl y cual es su relación con La Llorona y Xochimilco ?

La Leyenda de La Mictlancihuatl

Caminar en la traza singular de los tradicionales callejones de Xochimilco podría ser inseguro, no por la delincuencia, sino por algo más allá, que yace en la penumbra que acompaña al astro nocturno y su brillo. A veces si uno es sensible, sentirá que camina internamente en un ambiente de magia, en la memoria de los siglos pasados que se siente como susurran en la piel con el andar y se resuena en cada pisada que palpita en las paredes, en cada piedra antigua en cada rincón de los callejones sin salida, incorporándose al mundo de los trasnochadores; Nahuales, Sirenas, Brujas y un sinfín de criaturas que yacen en la oscuridad, esperando al acecho.

Son varios los vecinos de estos barrios que afirman haber escuchado un desgarrador grito, y otros más que dicen haber visto a la responsable de tan lastimero lamento, La Llorona. Esta leyenda nos hace referir a otra leyenda tradicional “La Mictlancihuatl" o "Mictecacihuatl"; La mujer del inframundo, del Mictlan, contraparte de Mictlantecuhtli. Señor y Señora de los muertos.

Se dice que ellos colocaron a la llorona en la Ciudad de Tenochtitlan como presagio de su caída y posteriormente en la colonia española virreinal la Nueva España como producto de los amoríos trágicos. Otras historias dicen que es la misma Mictlancihuatl la que se aparece por los callejones; tal nos lo muestra Rodolfo Cordero en su libro "Mitos y Leyendas de Xochimilco":

¡Yo vi a la Mictlancihuatl! exclamó Juanelo durante la plática familiar, después de cenar, al regresar de las labores chinamperas. Serían las 2 de la madrugada cuando mi hermano Simón se levantó, se vistió, agarró su jorongo y se lo puso, “levántate, apúrate vamos a cortar hierba para la contrata”, me dijo y salió de la casa hacia la acequia cuando escuché el ruido de la cadena con la que mi hermano sujetaba la canoa, me levanté me vestí y lo seguí en el chupón.

Simón me chiflaba para que lo siguiera por el acalote de La Noria. El agua olía a xochiac, al tlazole removido, Los ahuejotes estaban quietos, arriba en el cielo estaba claro y las estrellas brillaban con intensidad.

Mientras entraba... yo remaba entre el silencio de la madrugada, únicamente se oía el agua rasgada, el acalote de La Noria estaba solo, nadie más que yo y los quietos árboles que dejaban caer su sombra. La luna llena se reflejaba en el agua negra. Unas nubes fulminantes la asediaban. De pronto entre la carroza de la chinampa algo empezó a moverse, se sacudía fuertemente.

¡Y de pronto salió! iba en una chalupa, remaba rápido, apenas removiendo el agua, sin hacer olas. ¡Verdad de Dios que sentí ganas de regresarme a la Laguna del Toro!, imposible ya iba detrás de ella.

Era una mujer vestida de blanco con el cabello largo y suelto, iba sentada en medio de la chalupita como las mujeres que venden flores en el Paseo de Nativitas; picaba penas el agua con la pala, cambiando de mano de un lado a otro y de pronto desapareció. Cuando llegué allí nada sólo los matorrales pardos de las flores.

Otra narración, de Stela vecina que se juntaba con las hermanas de Juanelo, dice que su madrina también la vio cuando era chica, tendría unos 14 años.

Era una de esas noches que uno piensa y piensa, cuando estaba en su cuarto construido con tablas de Canoa y techo de sacarte, se sintió muy triste de verse sola y le dieron muchas ganas de llorar, al apagar la luz de la vela que iluminaba el cuarto y cerrar la puerta vio que de la luna llena se desprendía una nube blanca que venía derechito hacia ella.

Aquella nube se convirtió en una mujer etérea que arrastraba una larga cola, como vestido de novia, rápidamente mi madrina tomó un cristo de metal y lo levantó frente a la figura. Decía que la mujer volaba de un lado a otro queriendo entrar al cuarto, pero el Cristo se lo impedía. Sus ojos eran rasgados y su cabellera larga y suelta, sus aretes resplandecían y sus collares centelleaban al moverse, su vestido blanco se disolvía al hacer sus giros y se movía las manos de tal manera que hablaba con ellas. Después desapareció frente a ella ondeando el velo de su vestido y se elevó perdiéndose en el infinito.

Fragmentos del la narración de La Mictlancihuatl; Rodolfo Cordero

Las historias de la Mictlancihuatl además de su ser fantasmagórico, con vestimenta blanca y accesorios de oro y brillantes, también la refieren como un ser hermoso.

¡Yo también vi a la mitlancihuatl! No era una mujer como cualquiera, ¡era hermosa! tercio Felipa: 

La noche estaba clara y la luna llena era. Agarré mi cubeta y me dirigí al molino de nixtamal al cruzar la plazuela del barrio de San Juan y ¡allí estaba!, ¡en la Fuente! ¿Quién iba a saber? vi que llenaba su cántaro Buenos días le dije al pasar, pero no me respondió.

Aquella mujer espectral, estaba toda vestida de blanco limpio su cántaro lo levantó y me miró, era una mujer muy bonita, tenía la cara blanca y luminosa como la luna, traía suelto el negro cabello, aretes de oro, y muchos collares brillantes. Sus ojos eran muy llamativos, Se fue flotando en el aire, no se les veían los pies debajo de la falda.

Fragmento del la narración de Era una Mujer Bonita; Rodolfo Cordero

También hay quienes dicen que estas historias, tanto la de la llorona como la de la Mictlancihuatl podrían referir a "Las Cihuateteotl"  <mujeres diosas>, en la mitología mexica son espíritus femeninos encarnados de las mujeres que morían en labor de parto, por lo que se les consideraba guerreras y acompañaba al Dios Sol en el Tonatiuhichan, se decía regresaban a la tierra en ciertos días después de cumplir sus cuatro años de servicios al Dios Sol.

Ahora yo voy a contarles lo que le pasó a mi abuelo dijo Chepe:

Caminaba con sus dos remos al hombro cuando, a unos metros de la iglesia de Santa Crucita qué le sale al paso a una mujer, pero a todo dar, llevaba unos aretes y vestida de blanco. Mi abuelo se detuvo expectante contemplando la, pero cuando ella se le iba acercando a mi abuelo se fijó en su falda larga y miró entonces aquella hermosa mujer avanzaba como si la fueran empujando y vio que flotaba y que debajo de la falda asomaba unas patas de guajolote.

La Mictlancihuatl pensó tiró los remos y regresó corriendo al embarcadero Cómo llegó a su estado despertó a todos unos amigos remeros le explicaron que tenía que regresar porque la dama en cuestión era un cihuateteotl y lo quería ganar.

Fragmento del la narración de La Cihuateteotl; Rodolfo Cordero

Lo cierto es que todas estas historias, tienen en común además del ser blanco en forma de mujer hermosa que se volatiliza en el espacio de Xochimilco, es la penumbra nocturna, que se ilumina por la luna llena, que pareciera esperar a que esta espera a que este en el firmamento para hacer su aparición.

No sé si estaba despierto aquella vez cuando de las nubes que abrillantada la luna vi que se desprendió una, que cruzó el espacio nocturno dejando tras de sí una estela, aquella nube bajó hasta la cabeza opuesta a la que yo ocupaba. Y tomó la forma de una mujer sonriente de rostro pálido, pero vivas de ojos expresivos y cabellera negra radiante en la noche de luna llena sus arracadas y collares de piedras preciosas resalta la hermosura de su rostro su cuerpo delgado parecía alargarse hacia lo alto por efecto de la estela que cubría la neblina de la superficie del acalote y los ahuejotes.

Aquella mujer me ofreció sus brazos desnudos, pero cuando trate de tomar la entre los míos sentí un suave empujón a la altura de mis hombros y ellas elevó escapando al abrazo con esa sonrisa inolvidable en sus labios cerrados, aún siento el velo blanquísimo ascender entre los dedos de la mano que estire para retenerla y toda esa nube en qué estábamos envueltos subió tras ella dejándome a solas en el agua quieta de Cuemanco y una extraña sensación de soledad. Dejé entonces que el chupón se desliza sobre ese espejo líquido mientras yo inútilmente observaba mi alrededor y hacia arriba en su búsqueda.

Cuestionando las apariciones recordé que mis ascendientes referían a aquél ser trataba de recuperar los huesos que le habían arrebatado en el Inframundo y me decían; cuando vayas de noche cuídate de la Mictlancihuatl que puede llevarte al mundo de los muertos.

Fragmento del la narración de Los Perros de Agua Ladran de Noche; Rodolfo Cordero

Fuente: Pinterest

Es que ese infinito firmamento de estrelladas noches y camino galáctico construido por Tezcatlipocatl quién recorría con Quetzalcoatl, ese espacio cintilante en el que dieron vida a la diosa de la falda estrellada Citlalicue, fue fue testigo y vio surgir al quinto sol y a los macehuales después de que Quetzalcóatl bajara al Mictlan por lo huesos sagrados.

Quetzalcoatl recogió los huesos, los juntó, hizo un fardo con ellos, luego los llevó a Tamoanchan, al lugar de los dioses de los nueve cielos.

Tan pronto llegó Quetzalcoatl, los entregó a la diosa Quilaztli, la diosa de los sustentos; la madre omnipotente de la familia xochimilca; la Cohuacihuatl, la mujer serpiente, la dueña de sus fascinantes y hechiceras transformaciones: la Yaocihuatl, la mujer guerrera, la Quauhcihuatl, la mujer águila; la Tzitzimicihuatl, la mujer infernal; y ella, Quilaztli, molió los huesos sobre un metate, los amasó, tomó porciones de la masa y les dio la forma humana, y la puso después en una vasija dotada de hermosura, modelada en barro. A la sazón, Quetzalcoatl sangró su miembro sobre la masa. Y enseguida lo hicieron los señores Apantecuhtli, el que manda en las costas; Huiztolinqui, el que mueve la azada de la labranza; Tepanquizqui, el que sale en el lugar de otros; Tlalamanqui, el que da consistencia al mundo, y Tezontemoc, el que baja la cabeza.

Y la tierra se pobló.

Mictlancihuatl, la señora del inframundo, el lugar de los descarnados, esposa de Mictlantecuhtli, el señor de los muertos, esperó, dio tiempo a la restitución, a la devolución de los huesos preciosos que se había llevado Quetzalcoatl: «los devolveré», había dicho, sin cumplir con su palabra, y aunque fueron usados para glorificar el obraje de la creación humana, la señora de los muertos surgió en la superficie terrestre para recuperarlos.

Inconforme, la Mictlancihuatl reclamó los huesos del Mictlan, y para recuperarlos, ella se transfiguró en la mujer fúnebre, de blanca vestidura etérea. La de la esbelta figura distinguida. La del porte soberbio de la mujer nativa. La presencia femenina delicada. La de la suprema regencia del señorío de los extintos. La que se deslizaba bajo la sombra de los árboles de las chinampas, los quetzalhuexotl de la personificación de Quetzalcoatl. La que afloraba por los caminos, por las calles y las veredas del Olac, del Tecpan y del Tepetenchi del señorío xochimilca. La que mostraría a los mortales el delicado rostro de su osamenta cadavérica para llevarse a los macehuales al lugar de la incertidumbre, el término de la muerte, y así, redimir los huesos sagrados de sus antepasados que amasó Quilaztli.

Fragmento de Nosotrosmx: "La Mictlancihuatl y el origen de los xochimilcas", de Rodolfo Cordero.

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